lunes, 5 de octubre de 2009

Gualeguaychú

En este video se muestra la ciudad donde vivió nuestro poeta



Principales Obras

El consejo maternal

Ven para acá, me dijo dulcemente
mi madre cierto día.
(Aún parece que escucho en el ambiente
de su voz la dulce melodía). -

Ven y dime qué causas tan extrañas
te arrancan esa lágrima, hijo mío,
que cuelga de tus trémulas pestañas
como gota cuajada de rocío.

Tú tienes una pena y me la ocultas;
¿no sabes que la madre más sencilla
sabe leer en el alma de sus hijos
como tú en la cartilla?

¿Quieres que te adivine lo que sientes?
Ven acá, pilluelo,
que con un par de besos en la frente
disiparé las nubes de tu cielo.

Yo prorrumpí a llorar. Nada le dije.
- La causa de mis lágrimas ignoro,
¡pero de vez en cuando se me oprime
el corazón y lloro!

Ella inclinó la frente pensativa,
se turbó su pupila,
y, enjugando sus ojos y los míos,
me dijo más tranquila:

- Llama siempre a tu madre cuando sufras,
que vendrá muerta o viva;
si está en el mundo, a compartir tus penas,
y si no, a consolarte desde arriba.

Y lo hago así cuando la suerte ruda,
como hoy, perturba de mi hogar la calma,
invoco el nombre de mi madre amada,
y entonces siento que se me ensancha el alma.



"La vuelta al hogar"
Todo está como era entonces:l
a casa, la calle, el río,l
os árboles con sus hojas
y las ramas con sus nidos.

Todo está, nada ha cambiado,
el horizonte es el mismo;
lo que dicen esas brisasya,
otras veces, me lo han dicho. (...)

Bajo aquel sauce que moja
su cabellera en el río,
largas horas he pasado
a solas con mis delirios.(...)

Un viejo tronco de ceibo
me daba sombra y abrigo,
un ceibo que desgajaron
los huracanes de estío.

Piadosa, una enredadera
de perfumados racimos
lo adornaba con sus flores
de pétalos amarillos.

El ceibo estaba orgulloso
con su brillante atavío,
era un collar de topacios
ceñido al cuello de un indio.

Todos, aquí, me confiaban
sus penas y sus delirios:
con sus suspiros las hojas,
con sus murmullos el río.
¡Qué triste estaba la tarde
la última vez que nos vimos!
Tan sólo cantaba un ave
en el ramaje florido.

Era un zorzal que entonaba
sus más dulcísimos himnos,
¡pobre zorzal que venía
a despedir a un amigo!

Era el cantor de las selvas,
la imagen de mi destino,
viajero de los espacios,
siempre amante y fugitivo.

¡Adiós! parecían decirme
sus melancólicos trinos;
¡Adiós, hermano en los sueños,
adiós, inocente niño!

Yo estaba triste, muy triste,
el cielo oscuro y sombrío;
los juncos y las achiras
se quejaban al oírlo.

Han pasado muchos años
desde aquél día tristísimo;
muchos sauces han tronchado
los huracanes bravíos.

Hoy vuelve el niño, hecho hombre,
no ya contento y tranquilo,
con arrugas en la frente
y el cabello emblanquecido.(...)

Aquel corazón tan noble,
tan ardoroso y altivo,
que hallaba al mundo pequeño
a sus gigantes designios,

es, hoy un hueco poblado
de sombras que no hacen ruido:
sombras de sueños dispersos
como neblina de estío.

¡Ah! Todo está como entonces,
los sauces, el cielo, el río,
las olas, hojas de plata
del árbol del infinito.

Sólo el niño se ha vuelto hombre.
¡Y el hombre tanto ha sufrido
que apenas trae en el alma
la soledad del vacío!

Olegario Víctor Andrade



Biografía:
Poeta, periodista y político
Olegario Víctor Andrade nació el 6 de marzo de 1839. Si bien hay diferencias de opinión acerca del lugar de nacimiento, el acta de nacimiento y otros datos coinciden en que nació en Alegrete, Departamento de Río Grande del Sur, Brasil.
Su esencia, sin embargo, fue argentina, ya que cuando Olegario Andrade nació, sus pa-dres, María Marta Burgos (entrerriana) y Mariano Andrade (santafecino), habían mo-mentáneamente emigrado a Brasil por razones políticas. Era una época peculiar en el país, que transitaba por el gobierno de Rosas.
En 1845 regresaron a Gualeguaychú (Entre Ríos), el lugar de residencia habitual de la familia y ciudad que muchos consideran como sitio natal de Olegario Andrade.
Muertos sus padres a edad temprana, Olegario siguió igualmente con sus estudios.
Sus aficiones literarias no tardaron en manifestarse: sus primeras composiciones poéti-cas datan de su etapa escolar.
El 9 de julio de 1848 se destacó al componer una alocución patriótica, que impre-sionó al coronel Rosendo Fraga, quien lo recomendó para que continuara sus estudios al propio gobernador de la provincia. Así, Urquiza asumió la protección del niño huérfano y Olegario ingresó al Colegio de Concepción del Uruguay. Allí fue compañero, y también amigo, de Julio A. Roca, Victorino de la Plaza y Eduardo Wilde. En este colegio Andrade dio muestras de su gran inspiración literaria. Pero inexpli-cablemente en 1857, apenas cumplidos los 18 años decide abandonar sus estudios para casarse con Eloísa González, uruguaya de Carmelo, con quien tuvo varios hijos. Una de sus hijas, Agustina, es considerada la principal poetisa enterriana del siglo XIX. Al de-jar el colegio, se entregó por entero al periodismo.
Su vida fue azarosa llena de altibajos, periodista combativo debió chocar con pode-rosos intereses políticos de su época que lo levarían incluso a la cárcel pero también contó con el apoyo de importantes personajes como el que le brindó Nicolás Avellaneda (Presidente de la Nación -1876). Fue dos veces diputado Nacional por Entre Ríos. Con-jugó sus condiciones políticas y periodísticas con su Arte poética.
Andrade militó toda su vida en el federalismo provinciano. Es decir crítico de Riva-davia, Rosas, mitre y ponía sus esperazas en que Urquiza llegara a constituirse en el representante de los reclamos y proyectos de todo el federalismo del interior. Así cuan-do Buenos Aires se separa de la Confederación en aquel nefasto golpe porteño y oligár-quico del 11 de septiembre de 1852 que aún hoy , la clase dominante festeja en con la Estación Once. Andrade denuncia en un poema con ese título el carácter reaccionario antipopular del golpe antiurquicista. Por supuesto este poema no ha sido muy difundido.
Pero Andrade se hunde cada vez más en las luchas de su tiempo. Entre 1863 y 1868, su prosa inflamada expresará desde los periódicos "El Porvenir", "La América" y otros menores, la crítica más violenta y fundamentada contra la dictadura de Mitre. Estos artí-culos también son casi desconocidos. Se reeditaron sólo en 1919, en un libro ya agotado titulado "Artículos Históricos-Políticos", de Olegario Andrade. Allí ratifica su federa-lismo provinciano, su antimitrismo consecuente, que mantendrá hasta el fin de sus días, su esperanza en que Urquiza pueda acaudillar el interior -la misma de El Chacho y de Felipe Varela- así como también su desconfianza y decepción frente a Don Justo cuyos intereses lo llevan una y otra vez a la conciliación.
Su beligerancia política fue declinando, especialmente cuando el presidente Sar-miento lo designó administrador de la Aduana de Concordia. Él aceptó, fundamental-mente, debido a sus penurias económicas.
En 1872 el gobierno decretó su exoneración y, víctima de calumnias, fue procesado bajo el cargo de administración fraudulenta. Fue absuelto pero pasó algunos años rele-gado y triste. Años después, Andrade se incorporó a la política en Buenos Aires: se tras-ladó allí de la mano de Avellaneda, a través del Partido Autonomista.
Ocupó diferentes cargos en funciones diplomáticas en Paraguay y en Brasil. Accedió en 1878 a una diputación nacional por el Partido Autonomista, sin dejar de lado sus ta-lentos literarios y poéticos. Su obra "El nido de cóndores" lo llevó a la cima de su carre-ra como poeta y adquirió renombre a nivel nacional. Este poema fue leído en el antiguo Teatro Colón el 25 de mayo de 1877.
Ya en esas fechas su fama como poeta era incuestionable. No obstante, su "Atlánti-da”. Canto al porvenir de la Raza Latina en América", leída el 12 de octubre de 1881, fue su última llamarada poética
En abril de 1882 vio morir a su hija Delia y eso lo apagó para siempre. Ese mismo año, el 30 de octubre, Olegario Andrade murió de un ataque cerebral. Su sepelio fue una muestra del reconocimiento general a su obra. Habló el presidente de ese momento, Julio A. Roca, y recitaron sus composiciones poéticas personalidades del mundo de las letras. Por disposición de la Cámara de Diputados de la Nación, sus poesías fueron compiladas bajo el título de "Las Obras Poéticas de Olegario Víctor Andrade". El libro apareció por primera vez en 1887.